miércoles, 15 de julio de 2009

perra

Te conocí ventosa –más que ventolera- estabas echada en la sombra del umbral del zaguan, con los ojos entreabiertos, asomando la punta de la lengua babeante, rosita y escurridiza.

Pensativa o dormida te veías majestuosa que me hacía estremecer como hojarasca seca que del suelo se levanta al paso del más tenue viento.

Acaricie tu cuello sedoso, blando y perfumado sintiéndote como una cama de flores silvestres. Tu te complacías al sentirte alagada con mi dulce manoseo, que recorría desde tu cuello por toda la espalda.

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